Melancólico, tanguero y amante del lunfardo
camina por las calles de la Boca el caballero Ricardo.
Con su paso resignado pero constante
tiene a la Bombonera por detrás
y al amor por adelante;
al llegar a Caminito ¿podrás,
Ricardo, no enamorarte?
Con su encanto ardiente cierto poder emana;
allí delante espera- impaciente- la Dama Juana.
Con sus medidas extravagantes
y despertando extrañeza
no hay ningún caminante
que no sucumba a la belleza
que tiene Ricardo por delante.
Herido por Cupido y esclavo de Afrodita
Ricardo siente un ardor en su vientre.
Su corazón ya no late: palpita;
y -con coraje- deja escapar de sus dientes
un sincero "Juana, te querré para siempre".
La Dama con su soberbia belleza
se muestra ante su enamorado.
Antes de despertar, Ricardo la besa.
Juana, vehemente, sin sutilezas
lo quita violentamente de su lado.
Dolido, triste y desengañado
Ricardo guarda como consuelo
el recuerdo de haberla besado.
De pronto, parece movérsele el suelo.
¿Será el amor o es que está mareado?
Quien bebe de los labios de la Dama Juana
por el crimen debe cumplir su condena.
Y no habrá libertador que rompa las cadenas
del amor y la pasión lista y llana:
es que pasada la resaca no se olvida a quien se ama.
camina por las calles de la Boca el caballero Ricardo.
Con su paso resignado pero constante
tiene a la Bombonera por detrás
y al amor por adelante;
al llegar a Caminito ¿podrás,
Ricardo, no enamorarte?
Con su encanto ardiente cierto poder emana;
allí delante espera- impaciente- la Dama Juana.
Con sus medidas extravagantes
y despertando extrañeza
no hay ningún caminante
que no sucumba a la belleza
que tiene Ricardo por delante.
Herido por Cupido y esclavo de Afrodita
Ricardo siente un ardor en su vientre.
Su corazón ya no late: palpita;
y -con coraje- deja escapar de sus dientes
un sincero "Juana, te querré para siempre".
La Dama con su soberbia belleza
se muestra ante su enamorado.
Antes de despertar, Ricardo la besa.
Juana, vehemente, sin sutilezas
lo quita violentamente de su lado.
Dolido, triste y desengañado
Ricardo guarda como consuelo
el recuerdo de haberla besado.
De pronto, parece movérsele el suelo.
¿Será el amor o es que está mareado?
Quien bebe de los labios de la Dama Juana
por el crimen debe cumplir su condena.
Y no habrá libertador que rompa las cadenas
del amor y la pasión lista y llana:
es que pasada la resaca no se olvida a quien se ama.
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