jueves, 24 de febrero de 2011

La columna de Mariano Luna II: El silencioso pero ruidoso peligro de los "bebés cumbia"

El silencioso pero ruidoso peligro de los “bebés cumbia”

por Mariano Luna (*)

Se encuentra lo suficientemente difundida la incidencia del denominado “efecto Mozart” en los bebés. Según esta experiencia, aquellos pequeños individuos que –desde fases tempranas de su desarrollo- son expuestos a la hermosa música del genio de Salzburgo crecen como niños aplicados e inteligentes, deviniendo finalmente en adultos responsables, cuando no brillantes, en cualquier esfera de la actividad humana designada por su firme voluntad.

Hasta aquí lo conocido. Permítaseme ahora razonar por analogía, técnica que requiere –en muchos casos, y éste es uno de ellos- tanto lucidez como valentía.

Si los “bebés Mozart” crecen y se desarrollan como seres inteligentes, ¿qué debemos esperar de los “bebés cumbia”?

Definamos nuestro sujeto de indagación. Los “bebés cumbia” son la prole de ese vasto grupo social que opta por “decorar” la mayor parte de su tiempo con “música” de cumbia, cumbiancha, reggaeton, latinaje y otros tipos similares de ritmoides vomitivos que degradan tanto el alma como el odio.

Los seres adictos a esta “música” –¡qué seríamos sin el poder resemantizador de las comillas!-, además, en un acto de perversión por antonomasia, prácticamente ocupan todo el tiempo y el espacio (**) con esos soniduchos infernales. ¡Maldita sea la hora en que se volvieron accesibles los nuevos equipos de telefonía celular con música! Estos artefactos –podemos decirlo sin tapujos- hoy en día son a la razón lo que el arco y la flecha fueron otrora a la civilización.

Mediante el uso de esos aparatejos, el efecto contaminante que carcome a los “bebes cumbia” es doblemente peligroso, ya que este terrorismo acústico pasa a tener entonces grandes posibilidades de infiltrarse también en seres de origen más puro.

Debemos hacer aquí una importante aclaración, principalmente destinada a aquellos que –encorsetados por ese triste y limitado visor que osadamente llaman ideología- suelen sugerir tímidamente que soy poco tolerante. Pues bien, aclaremos para esas personas que yo no tengo nada en contra de los “bebés cumbia”. Al contrario. Yo los defiendo. Ellos no tienen la culpa de nada. La responsabilidad es de sus padres: esos seres deberían educarse antes de reproducirse, deberían ahorrar antes de adquirir un equipo electrónico, deberían trabajar antes de entregarse a la vida facilista del ocio vacío y destructivo.

Ocio vacío y destructivo que, precisamente, buscan llenar con la cumbia, la cumbiancha, el reggaeton, el latinaje y otros tipos similares de ritmoides vomitivos que lo sulfuran todo.

¿Qué propongo, pues? ¿Prohibir esa “música”? No, ésa sería una solución sencilla y, en lo personal, escojo enarbolar la bandera del desdén por los facilismos. La solución final –la humilde propuesta que tímidamente pongo en consideración- es otra: protejamos a los “bebés cumbia”; evitemos que crezcan y se vuelvan adultos descerebrados y monstruosos; alejémoslos de la mala influencia de sus irrecuperables padres y eduquémoslos bajo la égida protectora de un Estado Humanista que los eduque, los alimente y los obligue, en sus ratos libres, a escuchar música de Mozart. Nada más. El futuro está a la vuelta de la esquina y debemos ocuparlo.

(*) Periodista de trayectoria intachable, extensa... intachable.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Matices XIX


Insisto: quiero ser un bloguero K. ¿Qué tengo que hacer? Las convicciones me faltan, pero las facturas me sobran.