viernes, 29 de octubre de 2010

jueves, 28 de octubre de 2010

Néstor IV

Declaraciones de diversas personalidades ante el sorpresivo fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner:

HUGO MOYANO: "Pocas cosas te pueden sacar del poder: un paro de la CGT, un paro cardíaco..."

JOAQUÍN MORALES SOLÁ: "En lugar de matrimonio presidencial a partir de ahora escribiré viuda presidencial".

RICARDO ALFONSÍN: "Esperemos que Máximo Kirchner no intente aprovechar políticamente la muerte de su padre".

ORLANDO BARONE: "Aún en el profundo dolor, soy optimista: por lo menos ahora voy a poder tirarle los galgos a Cristina".

FAMILIA DE JULIO LÓPEZ: "Acompañamos a la familia Kirchner en su profundo pesar por la desaparición física de un ser querido".

NELSON CASTRO: "Me parece insólita la sorpresa por la muerte de un enfermo cardíaco".

MINEROS DE CHILE: "Esperemos que lo cremen; es muy feo tener el cuerpo bajo tierra".

FRANCISCO DE NARVÁEZ: " Cuando le gané en las elecciones legislativas dijeron que Kirchner era un cadáver político; hoy lamento que sea tan solo un cadáver".

ALTO FUNCIONARIO DEL INDEC: "Muchachos, al resultado final del censo restenle uno...".

ELISA CARRIÓ: "Espero que el alma de Kirchner encuentre su camino hacia la paz y el descanso eterno y evite sumergirse en el infatigable magma del infierno al que suelen caer los ladrones, los miserables y los que pretenten postergar el parto de la Nueva Argentina".

JULIO COBOS: "Estoy no poco consternado".

DANIEL SCIOLI: "No es momento de hablar de candidaturas; más adelante definiré quién será mi vicepresidente".

MARIANO GRONDONA: ¿Necesitaba algo más la señora presidenta para parecerse a María Estela Martínez de Perón?

DIEGO ARMANDO MARADONA: "Ésta no es la mano de Dios".

MARCELO ARAUJO: "Nunca está dicha la última palabra: si yo pude volver a relatar por televisión, tal vez que Néstor revive para el 2011 y todo".

CARLOS SALVADOR BILARDO: "Un candidato menos para dirigir a la Selección...".

MARCELA MORELO: "¿Qué es eso de andar dejando corazones rotos?"

HÉCTOR MAGNETTO: "¿Alfonsin? Murió un demócrata. ¿Kirchner? Murió un psicópata".

MILAGROS SALA: "Estoy muy apenada y apunada".

MAURICIO MACRI: "Este viejo adversario despide a un millonario".

TURISTA QUE VISITABA EL GLACIAR PERITO MORENO: "La noticia me dejó helado".

LUIZ INÁCIO LULA da SILVA: "Lulamento muito".

MARCOS AGUINIS: "Al censista le respondí por el portero eléctrico".

Néstor III


Un llamado de atención, tanto ecológico como político.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Romina/ Las actrices XXIV

Loco, hay cosas con las que no se jode.

LUEGO DEL ÉXITO DE "CASI ÁNGELES" LLEGA...
"ÁNGELES".
Protagonizada por Romina Yan y Britanny Murphy.
Música: Sandro & Mercedes Sosa.
Dirección: Claude Chabrol.

Hebe


Loco, hay cosas con las que no se jode.

lunes, 23 de agosto de 2010

Drácula II

Página 31 de la novela de Bram Stoker.

El abogado Jonathan Harker llega al castillo del Conde Drácula.

El lector inmediatamente sospecha que al menos uno de los personajes es un chupasangre.

miércoles, 21 de julio de 2010

Matices XVII


La importancia de las tildes.
(El hecho de que se cite una tapa de Tiempo Argentino... ¿hace de éste un blog oficialista?).

El Mundial en las escuelas


Hacé click en la imagen para agrandarla.
No había modernas pantallas de LCD con HD ni siglas de ningún tipo; en el Colegio de Los Presidentes, los alumnos se informaban de esta manera: oteando la pizarra que los preceptores -muy amablemente- ponían a su alcance.

domingo, 9 de mayo de 2010

El fantástico mundo del Rugby I


Pedimos disculpas a la gente del CASI -Club Atlético San Isidro- por publicar recién hoy esta foto. Sabemos que nos habíamos comprometido a hacerlo para el 29 de abril, día del Orgullo Rugbier. Marche, pues, nuestro más sincero homenaje para esos Hombres que juegan de a 15, toman Gancia y Fernet y mantienen elevado el Producto Muy Bruto Interno del país. Enhorabuena.

Desde Alemania


Agradecemos a nuestros corresponsales de Alemania por el material enviado. El grafitti sobre el muro dice "El muro de Merlín". Ah, el humor prusiano...

Homenaje a 24


El uso del idioma de Shakespeare se debe a la inclusión de esta fotografía en los Festejos Internacionales en Homenaje a 24, serie de pronta finalización. Una traducción literal podría ser "Consíguelo. Y consíguelo de vuelta"; una traducción cultural, en cambio, sería "Lo tuyo es tuyo".
Una vez más, reflexionemos sobre la importancia del lenguaje, reflexionemos.

viernes, 19 de febrero de 2010

La columna de Mariano Luna I: Por qué los seres indeseables nos invaden

Por qué los seres indeseables nos invaden
por Mariano Luna (*)
El martes pasado, como no tenía cambio –mi billetera tímidamente exhibía unos pocos billetes de cien pesos- debí enfrentarme a la imposibilidad de abordar un taxi. Si bien aprecio mucho a los servidores públicos que conducen este tipo de transporte, debo confesar que, apremiado por el apuro con el que suele envolverme el trajín cotidiano, por un momento esbocé una maldición hacia los conductores de los bólidos aurinegros: “¿por qué casi nunca tienen el dinero necesario para entregar el vuelto correspondiente?”, me pregunté, al borde de la desesperación. Por suerte, ésa no fue la única interrogación que entretuvo mi pensamiento. “¿Cómo llego ahora al gimnasio?” presentaba una cuestión mucho más práctica y urgente.
Afortunadamente, sólo unas quince cuadras separan la radio en la que trabajo –bueno, “trabajo”... prefiero decir en la que “ejerzo el periodismo”; “trabajo” es otra cosa; “trabajo” es el de los taxistas y el de todos aquellos que recorren la calle, se esfuerzan, aquellos que impulsan el país hacia delante; aprovecho la ocasión para saludar a todos los trabajadores de este país- del gimnasio al que acudo más por coquetería que por prescripción médica. Debido al ejercicio que me esperaba, descarté de inmediato la posibilidad de recorrer esas quince cuadras a pie. “La gimnasia, en el gimnasio”, me dije. Pero el enigma se mantenía: “¿cómo llego ahora al gimnasio?”.
Un bocinazo de un colectivo me abstrajo de mis pensamientos sólo para poder volver sobre ellos con mayor determinación: “¡ya está!”, resolví. “Me tomo un colectivo”.
Por suerte tenía unas monedas en el bolsillo con las cuales podría pagar el boleto. Siempre llevo algunas monedas en el bolsillo para dárselas a unos hermanitos que paran en la esquina de la radio, pero justo ese día no estaban. Recordé que era mes de marzo y deduje que los chicos estarían en la escuela. Esa idea me reconfortó: es importante que los niños y niñas pobres vayan a la escuela. Es importante que se eduquen. Es importante que lean y que escriban. Así será más probable que el día de mañana consigan un trabajo -como empleadas domésticas, como albañiles, o como lo que sea... siempre y cuando sea algo honesto- que les permita obtener dinero para satisfacer esas necesidades –techo, comida- que no por ser básicas son menos importantes.
La cuestión es que subí al colectivo y pagué mi boleto. No estaba lleno, por lo que pude sentarme del lado de la ventanilla -como me gustaba hacer cuando tomaba el tren desde San Isidro- para poder observar la ciudad, sus calles, comercios y edificios. Sin embargo, hubo algo que perturbó sensiblemente la emoción que estaba comenzando a sentir por mi inesperada aventura.
En uno de los asientos traseros, un joven –pido perdón a los jóvenes de bien por utilizar la misma palabra para referir tanto a ellos como a este adefesio urbano, pero bueno, así es el lenguaje- estaba escuchando música con su teléfono celular. Mejor dicho: el “joven” estaba haciéndonos escuchar su música a todos los pasajeros del colectivo, ya que no se encontraba usando auriculares sino que escuchaba música a través del parlante exterior con el que estos dispositivos electrónicos hoy en día cuentan. Si este sujeto hubiese estado escuchando alguna ópera de Wagner, desde luego, mi sensación no se habría acercado a la de la tortura más salvaje. De acuerdo, comprendo, las clases populares seguramente no escuchen música clásica con la misma frecuencia con la que lo hacen las clases superiores. Esto lo sé, no voy a cometer la necedad de no reconocerlo. Pero bueno, el joven éste podría haber estado escuchando algún bolero, alguna balada melódica, algo popular en el buen sentido de la palabra... pero no. El sujeto estaba escuchando una mezcla de cumbia y bailanta completamente indescifrable. ¿Por qué? ¿Por qué, al menos, no usaba auriculares? ¿Por qué torturar a los demás pasajeros, personas de bien, entre los que, desde luego, me encontraba yo mismo?
A medida que la indignación circulaba por mis venas, decidí observar con mayor detenimiento a este sujeto. Ciertamente, su apariencia era espeluznante: llevaba una gorra, camiseta de fútbol, pantalón corto, muchos tatuajes, collares y pulseras. Las zapatillas que tenía –sumadas al teléfono móvil con el que nos torturaba- valían más que lo que la familia del sujeto en cuestión habría de invertir -se cae de maduro- en la educación de sus hijos, nietos y bisnietos; y, de seguro, ambas prendas habían sido robadas o compradas en algún comercio ilegal. Como si todo esto fuera poco, la constitución física de este ser se encontraba encapotada por una tez tan oscura como premonitoria.
En definitiva, digamos que el conjunto parecía provenir de un catálogo de lugares comunes del horror. ¿Por qué se vestía así? Evidentemente, debe existir una relación directa entre la estética adoptada por este joven y la ética a la que suponemos que subscribe (si convenimos llamar “ética” al conjunto de actividades, conductas y funciones biológicas desarrolladas por este cuasi individuo). Sin embargo, aunque encontráramos esta relación, la misma no resultaría satisfactoria. De nada sirve que existan sujetos como éste. Su existencia –o, mejor dicho, la proliferación de su biotipo- son un ejemplo innegable de la inconveniencia de la diversidad y el libertinaje.
Pero esto lo estoy pensando ahora. En su momento, mientras sufría la presencia de ese sujeto que nos obligaba a escuchar su música horripilante, fui atacado por una teoría reveladora. ¿Por qué ese sujeto escuchaba música de esa manera? ¿De qué estructura mental carecía como para desarrollar esa conducta tan insociable? Afortunadamente la respuesta apareció rápidamente; en caso contrario, posiblemente habría olvidado bajar en mi parada y me habría perdido mi sesión semanal en el gimnasio. Quiero compartir ahora con ustedes, estimados lectores, la revelación que tuve.
Los seres indeseables buscan invadir cada uno de nuestros sentidos: el oído, por eso gritan y escuchan su “música” horrible con volúmenes infernales; la vista, por eso están por todos lados y se visten llamativamente; el olfato, por eso huelen como huelen; y el gusto y el tacto. ¿Con qué función se corresponde su interés por conquistar las esferas de estos dos sentidos? La respuesta es sencilla: con su alta tasa reproductiva. Los seres indeseables se abstienen de controlar la natalidad y alcanzan una tasa reproductiva sólo comparable a la de los más enardecidos roedores porque quieren ser muchos. Y quieren ser muchos para ocupar todo el espacio, para invadirnos por todos lados y obligarnos a estar todo el tiempo viéndolos, escuchándolos, oyéndolos y tocándolos, apretujados, de manera tal que si llegáramos a intentar un grito de auxilio su plan macabro se concretaría, pues, en la desesperación, terminaríamos apoyando accidentalmente nuestra lengua en el brazo de alguno de ellos, o de todos ellos, porque quien habla de un indeseable, habla de cualquier indeseable, ya que todos se parecen.
El día en que esto pase –créanme, no falta mucho si nadie toma cartas en el asunto- los indeseables habrán invadido todos nuestros sentidos. Tengamos cuidado.
(*) Periodista de trayectoria intachable, extensa... intachable.

El Viejo Continente IV


Musée d'Orsay, París.
Este museo se caracteriza por haber sido el primero en otorgarle lugar a los artistas de vanguardia, a los artistas que estaban adelantados a su tiempo... Es decir, a los artistas que estaban en posición adelantada.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Con motivo del vigesimosexto aniversario del nacimiento de Harry de la Metro

El siguiente discurso fue pronunciado en la fiesta de cumpleaños de Nicolás S, más conocido como "La Morsa" o "Harry de La Metro". Los visitantes asiduos de Munduna lo recordarán de colaboraciones con este sitio tales como http://munduna.blogspot.com/2005/02/la-franja-de-gasa.html o http://munduna.blogspot.com/2006/07/los-presidentes-i.html.
Con el objeto de compensar la ausencia de los que no pudieron acudir a la celebración, prucuraremos reproducir lo más fielmente posible las palabras en dicha ocasión pronunciadas.
Por otra parte, debemos confesar que, en realidad, lo que nos motiva es la intención de abusar de la celebridad de este productor radial, confiando en que lleguen a nuestro sitio muchas de las personas que busquen en Google su nombre. Por esta razón incluiremos -por primera vez en la historia de este sitio- los siguientes "tags" o etiquetas, destinados a orientar el sondeo virtual del famoso buscador:
TAGS: NICOLÁS HARRY PERROS DE LA CALLE RADIO METRO 95.1 ANDY KUSTNEZOFF VIDEO FOTOS DESNUDO NOVIA GAY CASAMIENTO COCAINA SEXO SUDAFRICA 2010.
Ahora sí, los dejamos con el texto.

El presente evento tiene por objeto celebrar la existencia de una gran persona, de un eximio ser humano. Y digo “ex simio” porque desciende del mono; y el mono desciende del árbol; y La Morsa es, ciertamente, como un árbol. Y de chiquito La Morsa era como un arbolito; sí, como un arbolito: hasta cambiaba dólares y todo. Y tanto es así que cuando Patricia, su madre, lo dio a luz, podríamos decir que mató dos pájaros de un tiro: tuvo un hijo y plantó un árbol. Porque La Morsa es como un árbol: difícil de remover una vez que echa raíces, frondoso, con anillos y algún que otro hongo... Un árbol que ha crecido un poco torcido, puede ser, pero que sabe hacerse apreciar por su copa tupida, siempre repleta de hojas y de cerveza.
Comentemos, para empezar, algunos aspectos de la infancia de La Morsa, cuando su naturaleza arbórea era apenas la de un pequeño y simpático bonsai llamado “Nicolás”.
Al ser consultada por los primeros años de vida de su nieto, la abuela de La Morsa no dudó en describir su niñez como “dulce, amena y agradable”… la niñez de la abuela; la de La Morsa la definió como “insoportable y turbulenta”. Su tía abuela, en cambio, declaró que La Morsa era un joven “muy alegre y tranquilo”, pero también reconoció que ella misma es “algo mentirosa”.
Lo cierto es que, más allá de las opiniones familiares y las típicas travesuras que La Morsa como todo niño realizaba, se percibía en él un genuino interés por mantener buenos vínculos con sus progenitores. Demos, ya que estamos, un ejemplo: con la intención de satisfacer a Manrique, su padre –uruguayo y, por lo tanto, fanático de La Celeste-, La Morsa tuvo la atinada idea de volverse a su vez fanático de La Celeste. Y no sólo de la Celeste, sino también de Perla Negra, Zíngara y toda novela con Andrea del Boca habida y por haber. El hecho de que su preferida fuera “Celeste, siempre Celeste” debería haber llenado de orgullo al padre de La Morsa.
Debemos hacer aquí una nota al margen. Este interés temprano por las telenovelas iría estableciendo las bases de la personalidad sensible y emocional de La Morsa. Volveremos sobre esto más adelante.


Hemos hablado del Morsa niño y del Morsa hijo. Hablemos ahora del Morsa compañero, del Morsa amigo, condición que muchos de los aquí presentes seguramente apreciarán, valorarán... o algo por el estilo.
El primer gran amigo de La Morsa provino de Tierra del Fuego y le introdujo el amor por el metal, entre otras cosas. Precisamente, cuando La Morsa se acercó a sus padres y les comentó “mamá, papá, me gusta el metal”, tanto Manrique como Patricia imaginaron un venturoso futuro en la industria metalúrgica. Pero no; La Morsa se refería al heavy metal, al rock pesado. Desconocían que el metal que anhelaba La Morsa no era el de la industria sino el de los oscuros y abyectos galpones del conurbano bonaerense, verdaderos templos de la música que La Morsa sabría honrar con su presencia durante tantos años.
Continuando con la lista de amistades importantes, debemos mencionar a su amiga vietnamita y a Vladimir y Sergei, sus dos compañeros rusos. A los tres los conoció en la escuela primaria. Observamos ya aquí la condición de buena persona de La Morsa, su carácter cosmopolita, su posición de verdadero ciudadano universal. Y todo esto a pesar del hecho de vivir en La Boca, en el culo del mundo, lo que provoca que sus amigos palermitanos –la gran mayoría, por otra parte- hoy en día le pregunten: “¿dónde vivís? ¿En La Boca o en el culo?”. (Esta antítesis entre Boca y Culo sería una constante a lo largo de la vida de La Morsa).
La cuestión es que La Morsa permitió que sus compañeros extranjeros se integraran bien al grupo escolar. Sin embargo, es necesaria una aclaración: La Morsa no se llevaba bien ni con la vietnamita ni con Vladimir, pero sí le cabía –y le sigue cabiendo- Sergei.


Fue Sergei, su amigo ruso, el que le introdujo a La Morsa por segunda vez el amor… esta vez, por el trabajo. Debemos decirlo de una vez por todas: además de buen hijo y buen amigo, La Morsa es un buen laburante. Desde joven, junto a Sergei, se deslomó trabajando. Ávido de dinero para engrosar acaso su colección de discos de metal, La Morsa empezó trabajando –en su temprana adolescencia- como albañil. En zonas de countries construyó quinchos, por lo que podemos decir que fue a través de la paja que La Morsa conoció por primera vez el placer y la satisfacción… del trabajo remunerado.
Más adelante en el tiempo, en sus años mozos, La Morsa trabajó en un restaurante. No sabían los comensales que no le dejaban propina, desconocían estos seres que bebían el alcohol que el mismo Morsa adulteraba, que apenas unos años más adelante, ese mismo mozo que fingía no verlos para hacerlos esperar y que simulaba siempre confundirse con el vuelto para hacerse de unos pesos adicionales, sería, apenas unos años más tarde, una estrella de la radio.
Para muchas mujeres –por ejemplo, su ex jefa, que lo acosaba-, sin embargo, fue una verdadera pena que La Morsa dejara el restaurante por la radio. “No te vayas…”, confiesa la ex jefa que le decía, mientras se babeaba, “…no te vayas; si sos tan buen mozo…”.


La experiencia como mozo resultó fundamental para sus primeros meses en la radio, en los cuales la tarea de la Morsa consistió –básicamente- en llevarle café a su patrón.
Sin embargo, no tardaría en ocurrir un hecho que lo acercaría su jefe y que lo marcaría para siempre: un verano, se tatuó “Andy” en su brazo derecho.
A partir de ese momento, la carrera artística de La Morsa se fue para arriba por dos sencillas razones: por un lado, fue ganando cada vez más minutos al aire y, por el otro, el estudio de radio se mudó del segundo al quinto piso.
Y la Morsa siguió creciendo: la ropa que Andy le regalaba ya no le entraba, por lo que Nicolás debía acercarse a diversos locales palermitanos para cambiarla. Pero también fue creciendo profesionalmente, al punto tal de llegar a la televisión.
Su columna en el programa de su jefe tuvo singular éxito: salió al aire sólo una vez. Pero su desempeño no pasaría desapercibido en los pasillos del canal. Las autoridades de Canal 13, satisfechas y confiadas por su actuación, le ofrecerían la conducción no ya de “La noche del 10”, sino de algo superador, “La noche del 11”, un reality show en Plaza Miserere no apto para cardíacos. Todavía no sabemos qué pasó con este proyecto.


Hemos hablado del hijo, del amigo, del trabajador... debemos hablar ahora –y pido permiso para ello- del amante, del Morsa seductor.
A los quince años La Morsa era ya un amante muy experto y avezado, lo cual es una contradicción porque a esa edad no había besado a casi nadie.
Mencionábamos antes la sensibilidad característica de nuestro amigo, rasgo que adquirió a partir de su temprana devoción por Andrea del Boca. Esta cualidad explica el éxito de La Morsa con las mujeres. Tanto es así que existen dos clases de féminas para nuestro amigo: las hermosas, voluptuosas y agraciadas, por un lado, y las que le dan bola, por el otro. Dentro de este grupo se destacan las que lo encuentran irresistible y las que, todavía más enamoradas, por más que lo busquen, no lo encuentran.
La Morsa ha sabido confesar que su éxito como amante se debe a la práctica de ejercicios de
de elongación y de respiración y a la utilización de los preceptos de la filosofía zen: “relajensen, desnudensen, acuestensen, preparensen”.
¿Es La Morsa una bomba sexual a punto de estallar? ¿Es La Morsa un terrorista del amor? Muchas mujeres me confirmaron que sí: La Morsa, en efecto, les produce terror.
Antes de que nuestro amigo pudiera sentar cabeza, muchas hembras abundaron en la vida de este macho. La mujer que más lo impactó, sin embargo, no perteneció al siempre frívolo mundo del espectáculo sino que llegó del lugar más inesperado: el buzón de correo. En sus años de radio la Morsa comenzó un intercambio epistolar con una mujer que lo enamoró. Cuando le pregunté como había sido posible esto, la Morsa fue elocuente: “de mi novia por carta, lo que me vuelve loco es su orto...grafía”.


“¿Estás seguro de que querés estudiar Psicología”, le preguntaron a la Morsa. “Psí”, respondió él. “¿Y por qué no Química? -Sodio. “¿Por qué sodio?” -Porque Na.
Y la Morsa estudió Psicología. Y el Licenciado Morsa comenzó una carrera psicoanalítica breve pero intensa. Algunas de sus características como terapeuta causaron gran impresión en la academia, como por ejemplo su decisión de cobrarle siempre el doble a los esquizofrénicos o la de curar el Edipo con siete vasos de agua o un susto repentino.
En definitiva, niño, hijo, amigo, trabajador, estrella de la radio, amante de las mujeres y de la música, psicólogo... muchas son las facetas que confluyen en el mismo ser humano, en el mismo árbol. Porque La Morsa, amigos, es como un árbol. Y aunque vaya perdiendo las hojas, pero no las mañas, y aunque a veces uno diga, “me cago en Dios, qué árbol de mierda, che”, no nos debemos olvidar qué agradable resulta, cada tanto, tomarse un tiempo para descansar bajo la sombra de este árbol, de este niño, de este amigo, de este trabajador, de esta estrella de la radio, de este amante, de este psicólogo, de este músico, de esta Morsa.