viernes, 22 de diciembre de 2006

domingo, 3 de diciembre de 2006

Chimentos corregidos I

Habría sido bastante más pertinente que el Poroto Cubero -jugador del Fortín- en lugar de mantener una relación sentimental y/o carnal con Nicole Neumann, lo hubiera hecho con Nazarena Vélez.

viernes, 11 de agosto de 2006

sábado, 10 de junio de 2006

viernes, 14 de abril de 2006

El señor Donovan

Era la tarde en la que finalmente conocería al padre de mi novia, figura eminente y consular (el padre; mi novia era bastante vulgar –o al menos todo lo vulgar que puede ser una pelirroja escocesa fanática de la lencería con encaje de color más bien fosforescente). Sabía que el padre de mi novia era una persona leída, muy culta y protocolar. “Hoy se define el resto de mi vida” pensé en la puerta de su casa para sacarme presión.
El encuentro estaba motivado por la excusa de compartir una merienda, intercambiar opiniones de política y consideraciones acerca de los nuevos cineastas de Europa del este. Dana –pues ése era el nombre de la pelirroja escocesa (Dios, cómo me vuelven loco sus bragas magentas)- no estaría presente en el trascendental ágape.
Abrió la puerta el ama de llaves, que me condujo con fría simpatía a la biblioteca de la mansión de San Isidro. Pronto llegó el padre de Dana, el señor Donovan, el ex embajador. Su traje denotaba elegancia y buen gusto, al tiempo que dejaba entrever la simpleza de un hombre que no necesita redundar en el subrayado de su importancia.
En el momento de su encuentro supongo que fue el instinto de supervivencia lo que hizo que me desenvolviera con inusual naturalidad. Si hubiese contado en ese momento con un medidor de pertinencia conversacional y decoro argumentativo, supongo que tal artefacto se habría roto al verse desbordado por mi intachable actuación frente a mi distinguido suegro.
“Todo marcha perfectamente” pensé inmediatamente después de que el señor Donovan me invitara a pasar a la mesa. Nos sentamos. “Elija la infusión que prefiera, estimado”, me ordenó con dulzura. Fue entonces que abrí la caja que contenía los saquitos de té depositados ordenadamente en distintos compartimentos: había té de manzanilla, de boldo, de hierbas naturales, de vainilla, de tilo, de mentol...
Sin embargo, un compartimento de la caja de tés me llamó la atención por presentar sobres más bien metalizados. Sumergido en la curiosidad tomé uno de esos sobres. “Discúlpeme, estimado, ése no es un té, es un preservativo”, me informó –pedagógico- el señor Donovan. “¿Y qué hace un preservativo en una caja de tés, señor?, le pregunté con modesta desfachatez. La respuesta del padre de Dana (cómo voy a extrañar los breteles de tu corpiño fucsia, Dana...) hizo que me levantara, le diera la mano en reconocimiento de su grandeza y huyera obnubilado de la presencia de mi suegro: “el preservativo en la caja de tés enseña que no importa tanto la forma sino también el contenido”.

domingo, 26 de marzo de 2006

Superhéroes

Basado en una idea de Pat.

- ¿Qué es un superhéroe? Un farsante, un impostor, un antihéroe. Personas grises, híbridas, mutantes con poderes pero sin poder, guardianes del limbo de aquello que no es ni una cosa ni la otra.
Hugo: Árbitros salomónicos de lo indeciso, melancólicos bufones en la corte del cualunque, valientes soldados llorando en la batalla del oxímoron.
- ¿Qué es un superhéroe? Un absurdo idealista para quien el sexo sin amor es tan ridículo como el amor sin sexo.
Facundo: Actores, actrices, máscaras que hacen de la impostura su verdadero antifaz. Cómicos, trágicos, tragicómicos, tenistas que pelotean sus naturalezas atravesando una red insoslayable.
- ¿Qué es un superhéroe? Un bronceado otoñal, un desamor consolado, una persona que miente diciendo la verdad.

sábado, 25 de marzo de 2006

martes, 21 de marzo de 2006

Las aventuras del preceptor IV

Alumnos de cuarto año debatían con cronológica pertinencia si “coger” es lo mismo que “hacer el amor”. Adentrados en la querella, deciden consultarles a los preceptores.
Sucesivamente se señalan algunas cuestiones interesantes: en un mismo momento, en un mismo lugar, uno de los participantes del acto sexual puede estar “cogiendo” y el otro “haciendo el amor”; la diferencia entre ambas formas, además de sentimental, es retórica y lingüística, toda vez que el acto al que refieren es el mismo, eufemismos aparte; la completa sinonimia entre dos palabras es imposible, de ahí la noción de valor lingüístico proferida por Saussure: un signo es lo que todos los demás componentes del sistema de signos que expresan ideas –la lengua- no son.
De todas maneras, los alumnos seguían difiriendo sus pareceres entre los que esgrimían las sutilezas de “coger” o “hacer el amor” y entre los que pregonaban su alusión al mismo acto. Entonces fueron invitados a realizar la siguiente experiencia.
Debían escribir en un papel -de manera individual y secreta- cómo se llamaba un objeto que se encontraba en la oficina de los preceptores (se trataba de un radiograbador JVC con doble casettera y compact disc). Rápidamente los jóvenes cumplieron con la consigna. A continuación, los preceptores formularon los resultados:
"Estamos todos de acuerdo en que este objeto aquí presente [señalaron el radiograbador JVC con doble casettera y compact disc] es un objeto de la realidad, que existe y es. Por lo tanto, si les pedimos que lo nombren todos deberían haber colocado la misma palabra. Sin embargo, esto fue lo que escribieron [leyeron los papapeles entregados por los alumnos]: radio, grabador, aparato musical de la preseptoría (sic), equipo de música, grabador, radiograbador. ¿Cómo es que pasó esto? ¿Acaso no se estaban refiriendo todos al mismo objeto de la realidad?"
El timbre debía ser tocado; de no haber sido así, los preceptores habrían podido concluir que por más que las cosas existan antes de nombrarlas, la realidad se constituye en el lenguaje. La determinación no es afectiva ni carnal sino lingüística: "hacer el amor” y “coger” refieren –en efecto- al mismo acto, pero no son lo mismo. La realidad se constituye en el lenguaje, sí, y el lenguaje se constituye en el uso que se hace del lenguaje, que se hace.

miércoles, 15 de marzo de 2006

Una de piratas

Cuando la célebre corsario Rosario Ceranegra se vio rodeada por un grupo de treinta y nueve fuleros bucaneros armados con fervorosa redundancia, supo darse cuenta de que su vida corría grave peligro.
Recordó entonces los momentos que habían marcado su agitada biografía: la noche en que presenció el asesinato de su padre en manos de su madre, el más feroz saqueo en una pequeña isla española, su primer arete, su primer tatuaje.
Si bien su condición de mujer pirata la colocaba en una posición doblemente marginal, su valentía y apremio a la hora del abordaje infundían respeto tanto en el Caribe como en el Pacífico. Sin embargo, esa tarde, al menguar los clamores de la batalla, la fama y el renombre de Rosario Ceranegra parecían ya encarar su epílogo definitivo.

- ¡Vengan de a uno, cobardes! ¡Voto a bríos, que este vientre que pudo haberles dado vida hoy mismo se las quitará!- gritó retrocediendo hacia la proa. Un último cañonazo fijó como un gong el punto final de su amenaza.

Los treinta y nueve bucaneros avanzaban temerosos pero movidos por la certeza de lo inevitable. La rodearon.

- ¡Ríndete, mujer! ¡Cumple con tu destino y camina por la plancha!- ordenó el más sucio de los piratas.

- ¡Por cuatrocientas botellas de ron que deberán matarme para detener mi corazón, malditos lobos del mar!

La voz de Rosario Ceranegra no se quebró en ningún momento. Los sobrevivientes afirman que logró resistir la embestida de los bucaneros durante un tiempo considerable; la leyenda asegura que sólo cinco de los treinta y nueve del grupo escaparon de la muerte bajo su espada.
Mientras defendía su vida con bravura, la célebre corsario Rosario Ceranegra fue apuñalada por la espalda por un eunuco que había pertenecido a su tripulación. Los hombres que para darle caza la habían perseguido a través de cientos de millas por el mar lloraron su muerte.
Cuando arrojaron su cuerpo por la borda sólo se escuchó un silencio solemne.

lunes, 13 de febrero de 2006

En las noches de luna llena aparece...

Santa Valentina

Suele afirmarse que si una mujer sale un día por la noche dispuesta a concretar un encuentro amoroso tiene probabilidades altísimas de cumplir su cometido, toda vez que recibirá múltiples ofertas y estará en ella aceptarlas o rechazarlas. Suele afirmarse, en definitiva, que a las mujeres se les presenta facilitado el sinuoso camino de la seducción.
Si, por el contrario, un hombre abandona su hogar con la mejor de las predisposiciones, no hay nada que garantice su éxito: estrategias, arrimes y arengas de conquista no garantizan jamás su funcionamiento y operan con una efectividad cuanto menos ciclotímica.
Planteado en estos términos, el mecanismo señalado otorga a la mujer un poder de veto significativo y la coloca en una posición determinante: está en ella decidir sobre el destino y las acciones propias y ajenas.
Esta desigualdad causa recelo en hombres y mujeres: los unos pregonan la liviandad moral de las segundas, las otras señalan la igualdad esencialista de los primeros.
Sin embargo, las parejas ocurren, los encuentros se propician y las acciones devienen, de manera tal que las generalizaciones realizadas sobre el tema se vuelven infructuosas o adquieren el tono trivial del lugar común.
¿Qué queda por decir al respecto? Los fenómenos son innumerables: mujeres hermosas que salen con salames, facheros que frecuentan especimenes de estética dudosa, psicópatas que enamoran mentes campechanas, mentirosos que prometen e hipotecan lo que no tienen, larvas que no llegan nunca a mariposas, mariposas que mueren tras veinticuatro horas, momias que se conservan en el hielo, cigarrillos que se consumen en dos pitadas, ratas que no comen el veneno, alfileres que se clavan en la espalda.
Sin embargo, las parejas ocurren y los creativos publicitarios continúan elaborando emotivas tarjetas. Lo que comienza absurdamente sin ningún motivo, de la misma forma absurda concluye o -aún más absurdamente- continúa. Difícil legislar en esta materia; la ciencia del guión cinematográfico poco y nada tiene que ver con todo esto.
¿Qué queda por decir, entonces, al respecto? Pues que el galanteo es como la teoría de la relatividad: todos conocen su fórmula, pero nadie sabe de qué mierda se está hablando. Feliz Navidad.

domingo, 12 de febrero de 2006

miércoles, 1 de febrero de 2006

Un regreso

No era tanto el polvo en su ropa y en el bolso –hasta las pestañas tenía llenas de tierra- sino la expresión de su rostro: ¿cuántos kilómetros había recorrido? ¿tres mil quinientos setenta y nueve? Y sin embargo, allí estaba de vuelta, nuevamente ante su puerta. Habían pasado dos meses, cinco años, no importa: la sequedad de la espera se termina ni bien uno se sumerge en la pileta del ya era hora.
Y allí estaba de vuelta, la espalda desbordada de experiencias y, no obstante, erguida y extensa como la de un natacionista. No juntó valor porque no le hacía falta; simplemente tocó a la puerta y esperó, como quien se persigna.
Ella lo reconoció de inmediato. La sorpresa y la felicidad se trenzaron en épica lucha, el corazón de la muchacha como ring. Se abrazaron. Se besaron. Estaban contentos.
Pero ella miró más detenidamente, entrecerró los ojos, escudriñó las pestañas llenas de tierra del hombre que estaba parado nuevamente ante su puerta y se estremeció. Se detuvo. Se alejó. “Usted ya no es aquel que era antes”, manifestó.
No era tanto el cansancio por el viaje sino la incomodidad que genera la ausencia de disimulo. Suspiró. Hizo un chasquido. No juntó valor porque no le hacía falta; simplemente confesó: “¿Y? ¿Qué importa? Usted tampoco es la que era antes”.
Se miraron. Se abrazaron. Se besaron. No estaban contentos, pero tampoco les importaba.

Campaña de bien público VIII


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