domingo, 26 de julio de 2009

Textos rechazados V

El presente artículo fue presentado para su publicación en la revista Visiting Latin America.

BUENOS AIRES, ENTRE EL TANGO, EL TONGO Y LA TANGA
Los porteños se jactan de vivir en una urbe cosmopolita, en una capital que no dudan en definir como “la más europea” de las ciudades latinoamericanas.
Hay algo de cierto en esta afirmación. Conviven en Buenos Aires rasgos arquitectónicos europeos con estructuras y costumbres típicamente sudamericanas. Esta característica, sin embargo, es común a varias ciudades de esta porción sur de un continente marcado a fuego por la colonización y la superposición de unas culturas sobre otras.
La pregunta que surge, llegados a este punto, es la siguiente: ¿por qué elementos se caracteriza entonces la ciudad de Buenos Aires?
A continuación señalaremos algunos de ellos, los cuales resultan, si no los más importantes, al menos sí de los más notorios.
En primer lugar, encontramos el tango, la música ciudadana, el género que tiene a Carlos Gardel como figura más emblemática.
El tango presenta una gran contradicción: mientras que bailarlo resulta una tarea seductora que se realiza de a dos, su canto transita muchas veces por senderos melancólicos, reproches lastimosos y angustias metafísicas en las que suele sumergirse el músico.
Desde luego, esta mentada tristeza del tango no lo define en su totalidad. El lenguaje propio que este género posee –el lunfardo- es un código compartido entre varias personas que buscan escapar de la soledad. La cantidad de palabras en lunfardo orientadas a definir aspectos tales como el juego, la borrachera, la juerga y las mujeres nos habla de una manifiesta intención experimentadora y hedonista destinada a sepultar con diversos placeres la gran angustia que, de otra manera, el tango únicamente enaltecería. No olvidemos, en este sentido, que el tango se habría originado en los burdeles.
Precisamente, es una palabra cercana al lunfardo –“tongo”- la que define el segundo rasgo del cual queremos dar cuenta.
El tongo o “matufia” alude a todo tipo de acuerdo, negocio o transacción realizados de manera espuria, ilegal, ajena a lo dispuesto por reglamentos. El tongo puede tener lugar tanto entre dos personas de relativa o poca importancia (un comerciante y un policía, por ejemplo), así como también entre representantes de organizaciones, instituciones, empresas u organismos del Estado.
El tongo es ejercido o bien por alguien mal visto por los porteños –un corrupto-, o bien por alguien que despierta simpatía –un chanta-.
El chanta es un buscavidas, una persona que explota la oportunidad para hacerse de recursos con el menor esfuerzo posible. Desde un punto de vista estrictamente moral, el chanta sería un mentiroso, un estafador. No obstante, su maldad se relativiza y es visto casi siempre como una persona inteligente.
A partir del episodio conocido como “la Mano de Dios”, muchas personas han destacado al futbolista Diego Armando Maradona como el ejemplo típico del chanta que obtiene ventajas de manera ilícita. No obstante, esas mismas personas olvidan que el segundo gol de Maradona en el partido en cuestión lo define, en todo caso, como un chanta con talento y habilidad, lo cual nos llevaría a encontrar aquí una nueva contradicción: el tongo define el proceder de los porteños, los cuales demuestran en algunas ocasiones, más allá de la ejecución de tareas ilegales, una sutil inteligencia y una particular vocación de acción.
Por último, mencionemos otra jactancia de los porteños. Se trata de aquella según la cual “las argentinas son las más lindas del mundo. Ahora bien, ¿se trata de todas las argentinas? Ciertamente, hay mujeres hermosas en Buenos Aires, pero hay un tipo particular que se destaca. Nos referimos, desde luego, a la mujer seductora y bella que sabe que es objeto de deseo y que se presenta como tal, a la mujer que lleva bajo su pollera, vestido o pantalón la impúdica diminutez de una tanga casi inexistente.
La mujer en tanga es el ejemplo de la mujer que se exhibe como en una vidriera pero que, sin embargo, no cualquiera puede comprar. No es una cuestión de dinero: la mujer en tanga no es equivalente a una prostituta. Refiere, más bien, a la mujer burdamente hermosa, a la mujer deseada con lujuria, pero también con gula, envidia, ira y avaricia.
Sorprende caminar por la Avenida Corrientes en Buenos Aires y observar en los puestos que venden diarios y revistas la enorme cantidad de publicaciones que presentan en sus tapas mujeres o bien desnudas, o bien en ropa interior, o bien en posturas sugerentes, o bien de las tres maneras simultáneamente. La abundancia de mujeres bellas –tanto de las impresas como de las anónimas, tanto de las que llevan tanga como de las que visten su elegancia- permitiría suponer que debe haber muchos hombres felices en esta ciudad... Y sin embargo, no es así. He aquí la tercera contradicción.
Transitar la Avenida Corrientes desde el Abasto –epicentro turístico del tango- hasta el Obelisco implica encontrar en el camino una multitud de mujeres hermosas –es cierto-, pero también una cantidad considerable de chantas y, fundamentalmente, un sinfín de hombres melancólicos. No es casual, pues, que en la intersección de esta avenida con la 9 de julio se encuentre –inmóvil y absurdamente imponente- el Obelisco, precario rey sin cetro, discutible cetro sin rey.
Qué es el obelisco sino un chanta que se pavonea creyéndose más de lo que es, un objeto solitario que no tiene compañera, un mojón triste, regado de lágrimas, que, no obstante, es el centro de las manifestaciones populares de algarabía cuando alguna ocasión –casi siempre deportiva- lo amerita.
Comprobamos, pues, que Buenos Aires, la “reina del plata”, es una ciudad repleta de contradicciones en la cual el tango, el tongo y la tanga conviven aunando melancolías, diversiones, perezas, trabajos, amores y soledades. Los invitamos a visitarla. O no.
El texto, desde luego, fue rechazado por los editores.

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