miércoles, 14 de marzo de 2007

Fábula escatológica

Llegó agitado al cuarto de techo blanco y cerámicas verdes. Cerró la puerta con vehemencia. Se sentó rápidamente. Exhaló aliviado un fuerte suspiro. Apoyó después los codos sobre los muslos y la cabeza sobre las manos. Reflexionó. Había estado convencido de que no llegaría a tiempo. Se había imaginado viviendo las situaciones más vergonzosas, dando explicaciones sobre lo evidente, intentando -sin ningún tipo de éxito- volver a retomar al otro día el cauce normal de la cotidianeidad. Pero no, nada de eso pasaría, pues había llegado a tiempo. La tensión, el apuro, los nervios, todo se había desvanecido. El alivio era tajante, absoluto, casi monárquico: se sentía, en efecto, sentado en un trono. En ese momento, él era amo y señor absoluto del cuarto de techo blanco y cerámicas verdes. Todo dependía de él, todo pasaba a través de él. Sin embargo, de repente, la necesidad dejó de acuciarlo. Ya no se sentía a gusto sentado en el trono también verde, similar a las cerámicas. Ya había terminado su misión: aquel lugar que tanto había necesitado durante horas ahora le resultaba totalmente superfluo. Esbozó alguna idea acerca de lo caprichosos que son los sentimientos y de cómo el interés desaparece apenas se consigue lo que uno había estado buscando. La idea abandonó su mente cuando levantando su brazo presionó el botón que coronaba su cabeza. Otra idea se le asomó: la despedida es una institución ingrata. Él mismo no era capaz de observar frente a frente aquello que había desechado. El golpe de la puerta lo alejó de toda evocación. "Ocupado", dijo en tono resignado. Se puso de pie. Antes de subirse el pantalón, ocurrió algo: su cabeza chocó contra el techo blanco del baño. "Qué raro", pensó. "El techo estaba mucho más alto cuando llegué. ¿O habré crecido yo súbitamente?". Medio encorvado se lavó las manos y salió. "Yo esperaría un poco para entrar", le dijo, solemne, a la persona que aguardaba.
Moraleja: Mandarse cagadas trae aparejada la experiencia del crecimiento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Entonces, Mae, es hora de que crezcas...y sino vos, que al menos lo hagan tus caracteres. Aunque la cagada es de tu autoría, preferiría que por esta vez crecieran ellos.
Que lleguen, de ser posible, a un tamaño en que sean legibles para el resto de la humanidad. O por lo menos para todos los desafortunados que no recuerdan de memoria ésta excelentísima producción tuya.

PD: Entrá a la página y buscá mi foto. Tenemos tanto en común!!! ;)