jueves, 29 de diciembre de 2005

Instrucciones para salir de vacaciones

Comienza en la Costa Atlántica, con amigos. La vida es licenciosa pero no con muchas licencias: el alimento escasea, la música aturde y el aire sofoca. El presupuesto es escaso, pero la juventud aporta pujanza.
Continúa en el Sur, con amigos. La vida de mochilero ejercita y moldea la musculatura todavía no echada a perder; la comida, por su parte, escasea pero alimenta. El presupuesto es magro, pero el kilometraje alcanza dimensiones épicas.
Ahora hay dos opciones, si excluyentes en un año, acaso sucesivas al siguiente: Brasil, con amigos, o el Norte, Bolivia y Perú, también con amistades. El presupuesto aumenta, la edad también, al igual que los poderes y las responsabilidades. El que escoja Brasil se definirá como creamfieldista; el que elija el Norte preferirá el Pepsi Rock: no importa, las empresas auspiciantes, en el fondo, son las mismas.
Por último, la estocada final: Europa, el viejo continente y la madre patria que nos parió. La muchedumbre más o menos amistosa se remplaza por la compañía más o menos amorosa. ¿El presupuesto? Hace rato que dejó de ser un problema. ¿El kilometraje? Las piernas alcanzan para recorrerlo; los ojos, en cambio, parecen no dar abasto.
Al finalizar, la pareja viajera terminará más tarde o más temprano en mejores o peores términos. Y uno, imbuido ya de turismo, se erguirá ante la desafiante encrucijada del ¿y ahora?
Mejor vayamos a una quinta.

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