domingo, 27 de mayo de 2007

Fantasía

El bosque es enorme; los árboles, inmensos. El verde lo acapara todo. Tendría que acostarme para poder ver el cielo y dejar que el celeste me convenza de que todavía estoy en la tierra. Todo es mágico, fantástico. Camino junto a la reina del mundo, la mujer más hermosa que ha existido. Mi cuerpo y el de ella, cada noche, se hacen uno. Ella me protege. Y yo, su caballero, la protejo. De pronto, aparece la bestia. Un animal enorme de cuatro patas, con pelos como oro, hocico babeante que deja escapar una lengua roja infinita, feroces colmillos que demandan jurisprudencia sobre todo. Miro a la mujer; ella sonríe. Miro a la bestia; es el corcel de una mujer horrible, un bruja de seguro, a quien arrastra por esta mágica pradera. La bruja sonríe. Miro a la bestia. Es simpática. Quedo maravillado por su porte, por el verde del bosque, por lo alto de los árboles, por las extrañas construcciones que acabamos de dejar a nuestras espaldas. La bestia emite un sonido infernal. Las mujeres sonríen. Intuyo un acuerdo entre ambas; seguramente estemos en la frontera de sus respectivos reinos. Esto pienso; sin embargo, no puedo dejar de observar a la bestia. Es tremendamente absurda y divertida, inédita y graciosa. La mujer me mira. Me levanta en sus brazos, me besa. "¿Viste el guau, guau, Guille?", me dice. "Vamos para casa. Mañana volvemos a la plaza".

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