lunes, 13 de febrero de 2006

Santa Valentina

Suele afirmarse que si una mujer sale un día por la noche dispuesta a concretar un encuentro amoroso tiene probabilidades altísimas de cumplir su cometido, toda vez que recibirá múltiples ofertas y estará en ella aceptarlas o rechazarlas. Suele afirmarse, en definitiva, que a las mujeres se les presenta facilitado el sinuoso camino de la seducción.
Si, por el contrario, un hombre abandona su hogar con la mejor de las predisposiciones, no hay nada que garantice su éxito: estrategias, arrimes y arengas de conquista no garantizan jamás su funcionamiento y operan con una efectividad cuanto menos ciclotímica.
Planteado en estos términos, el mecanismo señalado otorga a la mujer un poder de veto significativo y la coloca en una posición determinante: está en ella decidir sobre el destino y las acciones propias y ajenas.
Esta desigualdad causa recelo en hombres y mujeres: los unos pregonan la liviandad moral de las segundas, las otras señalan la igualdad esencialista de los primeros.
Sin embargo, las parejas ocurren, los encuentros se propician y las acciones devienen, de manera tal que las generalizaciones realizadas sobre el tema se vuelven infructuosas o adquieren el tono trivial del lugar común.
¿Qué queda por decir al respecto? Los fenómenos son innumerables: mujeres hermosas que salen con salames, facheros que frecuentan especimenes de estética dudosa, psicópatas que enamoran mentes campechanas, mentirosos que prometen e hipotecan lo que no tienen, larvas que no llegan nunca a mariposas, mariposas que mueren tras veinticuatro horas, momias que se conservan en el hielo, cigarrillos que se consumen en dos pitadas, ratas que no comen el veneno, alfileres que se clavan en la espalda.
Sin embargo, las parejas ocurren y los creativos publicitarios continúan elaborando emotivas tarjetas. Lo que comienza absurdamente sin ningún motivo, de la misma forma absurda concluye o -aún más absurdamente- continúa. Difícil legislar en esta materia; la ciencia del guión cinematográfico poco y nada tiene que ver con todo esto.
¿Qué queda por decir, entonces, al respecto? Pues que el galanteo es como la teoría de la relatividad: todos conocen su fórmula, pero nadie sabe de qué mierda se está hablando. Feliz Navidad.

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