martes, 28 de junio de 2005
domingo, 26 de junio de 2005
martes, 21 de junio de 2005
Apuntes: la épica
La épica es medieval, feudal, nacional. Relata grandes proezas de héroes y tiene como objetivo enarbolar un sentimiento de pertenencia, apego a la tierra y lealtad a quien sea que vista la corona.
La épica ensalza la aventura, derrocha camaradería y exagera ideales maniqueos. Alterna las acciones de galantes caballeros, simpáticos bufones y malísimos malvados.
La épica puede ser maravillosa: factibles son los dragones, los magos y demás seres de fantasía. La épica -sea más o menos política, más o menos realista-, de todas formas, es siempre fantasía.
La épica del siglo XX vuelve superhéroes a los héroes: la lógica imperialista y la búsqueda por inculcar una sensación de pertenencia se mantienen igualmente.
La épica es siempre transmisión ideológica. La épica no deja de incluir nunca una disputa amorosa. El amor esboza algo de ideología. Todo encasillamiento ideológico suele exigir cierto interés amoroso.
La épica del siglo XXI se vuelve e-pica: acción en el terreno de lo virtual, ataques que no hacen daño físico, guerras que se ganan con los dedos.
La épica es medieval, feudal, nacional, rural. La épica del siglo XX urbaniza las locaciones de los (super)héroes. La épica transcurre en el tiempo, pero fundamentalmente en el espacio. Y sin embargo, la e-pica no tiene espacio donde llevarse a cabo.
El triunfo de la ideología imperialista se sospecha en la abolición de los espacios: si bien los héroes no son imprescindibles, sí hacen falta ámbitos donde cabalgar. El campo de batalla de la épica nace siempre discursivo: la arenga previa a cada enfrentamiento es, en sí misma, dicho enfrentamiento.
La épica del siglo XXI debe urbanizarse, debe individualizarse, debe permitir las grandes aventuras cotidianas. La e-pica debe recuperar el espacio y el contenido del discurso, debe diluir al héroe y colectivizarse. La e-pica bien podría subrayar -ya que estamos- la camaradería, la búsqueda amorosa y el humor. Sin reyes, ni tierra, ni banderas, a la épica sólo le queda la aventura. ¿Aventura escapista? Aventura humanista desalienante.
La épica ensalza la aventura, derrocha camaradería y exagera ideales maniqueos. Alterna las acciones de galantes caballeros, simpáticos bufones y malísimos malvados.
La épica puede ser maravillosa: factibles son los dragones, los magos y demás seres de fantasía. La épica -sea más o menos política, más o menos realista-, de todas formas, es siempre fantasía.
La épica del siglo XX vuelve superhéroes a los héroes: la lógica imperialista y la búsqueda por inculcar una sensación de pertenencia se mantienen igualmente.
La épica es siempre transmisión ideológica. La épica no deja de incluir nunca una disputa amorosa. El amor esboza algo de ideología. Todo encasillamiento ideológico suele exigir cierto interés amoroso.
La épica del siglo XXI se vuelve e-pica: acción en el terreno de lo virtual, ataques que no hacen daño físico, guerras que se ganan con los dedos.
La épica es medieval, feudal, nacional, rural. La épica del siglo XX urbaniza las locaciones de los (super)héroes. La épica transcurre en el tiempo, pero fundamentalmente en el espacio. Y sin embargo, la e-pica no tiene espacio donde llevarse a cabo.
El triunfo de la ideología imperialista se sospecha en la abolición de los espacios: si bien los héroes no son imprescindibles, sí hacen falta ámbitos donde cabalgar. El campo de batalla de la épica nace siempre discursivo: la arenga previa a cada enfrentamiento es, en sí misma, dicho enfrentamiento.
La épica del siglo XXI debe urbanizarse, debe individualizarse, debe permitir las grandes aventuras cotidianas. La e-pica debe recuperar el espacio y el contenido del discurso, debe diluir al héroe y colectivizarse. La e-pica bien podría subrayar -ya que estamos- la camaradería, la búsqueda amorosa y el humor. Sin reyes, ni tierra, ni banderas, a la épica sólo le queda la aventura. ¿Aventura escapista? Aventura humanista desalienante.
domingo, 19 de junio de 2005
viernes, 17 de junio de 2005
martes, 14 de junio de 2005
Dos chistes de odontólogos
- Titular de diario:
CORRUPCIÓN EN FÁBRICA DE DENTÍFRICO: TODO SOBRE EL "COLGATE"
- Un odontólogo le comenta a su amigo, también dentista:
Me han entregado, oh colega, las notas del examen de inglés. En el writing me saqué C, en el listening, A y en el ORAL, B.
CORRUPCIÓN EN FÁBRICA DE DENTÍFRICO: TODO SOBRE EL "COLGATE"
- Un odontólogo le comenta a su amigo, también dentista:
Me han entregado, oh colega, las notas del examen de inglés. En el writing me saqué C, en el listening, A y en el ORAL, B.
domingo, 12 de junio de 2005
Los tenistas V/ Las películas III
martes, 7 de junio de 2005
Para una crítica de cine más o menos posible
Lo siguiente se pone colorado al intentar ser una calificación al mismo tiempo modesta y honesta de películas y programas de televisión. El desmenuzamiento objetivo -"crítico"- de recursos y procedimientos utilizados en cada caso quedará para más adelante, para cuando se hayan recolectado saberes más estables. Por lo tanto, acaso sea imprescindible hacer hincapié en las sensaciones que el objeto audiovisual despierta en el respectivo espectador. Así, la calificación se vuelve clasificación y se relativiza -como todo- según el punto de vista, el estado de ánimo, el momento del día y la vida de cada persona. Comencemos.
- Film que "me cambió la vida".
- Película movilizadora, que con-mueve.
- Film no tan movilizador, pero sin lugar a dudas bueno.
- Película buena, correcta, irreprochable. Produce saciedad, satisfacción, pero sin llegar al postre que con-mueve.
- Film bueno... pero con algunas cosas que cuestionar.
- Película mala, que mejor es olvidar... qué mejor que olvidarla.
- Film tan malo que produce más bien ira.
Nótese que la clasificación en sí consiste en tres zonas (las de las películas movilizadoras, buenas y malas) que tienen por arriba y por abajo cuatro grises etiquetas (films...) propias de purgatorios nomenclaturales.
- Film que "me cambió la vida".
- Película movilizadora, que con-mueve.
- Film no tan movilizador, pero sin lugar a dudas bueno.
- Película buena, correcta, irreprochable. Produce saciedad, satisfacción, pero sin llegar al postre que con-mueve.
- Film bueno... pero con algunas cosas que cuestionar.
- Película mala, que mejor es olvidar... qué mejor que olvidarla.
- Film tan malo que produce más bien ira.
Nótese que la clasificación en sí consiste en tres zonas (las de las películas movilizadoras, buenas y malas) que tienen por arriba y por abajo cuatro grises etiquetas (films...) propias de purgatorios nomenclaturales.
sábado, 4 de junio de 2005
Las aventuras del preceptor II
La escena se repite. Siempre se repite, pero con sutiles diferencias. Ahora los alumnos -otra vez- juegan al fútbol -esta vez- con una pelota de plástico. Los arcos pintados sobre la pared y la cancha delineada más o menos dignamente asignan mayor importancia al cotejo de este recreo. De repente, el exabrupto ante un encontronazo: "¡chupáme la pija, hijo de puta!".
El grito del chico motiva el férreo acercamiento del preceptor. "Disculpeme" -comienza a retar con autoridad el celador-, "¿usted está en un colegio o en una cancha de fútbol?". El alumno baja la mirada, consciente de que ni el reto ni la falta son lo suficientemente graves. Jamás lo son. "Conteste: ¿está usted en un colegio o en una cancha de fútbol?", repite el preceptor enmascarando enojo. El joven se anima finalmente a hablar. "Bueno..., estoy en una cancha de fútbol dentro de un colegio". El preceptor mira al chico: tenía razón. De vez en cuando la tienen. "Vaya nomás; cuide su vocabulario", lo exonera.
El partido seguiría hasta que sonara el timbre o hasta que los dos equipos aunaran voces en el coral "¡boludo, pelotudo!" que reprueba al que cuelga la pelota. Como siempre: el juego continúa... hasta que repentinamente se interrump.
El grito del chico motiva el férreo acercamiento del preceptor. "Disculpeme" -comienza a retar con autoridad el celador-, "¿usted está en un colegio o en una cancha de fútbol?". El alumno baja la mirada, consciente de que ni el reto ni la falta son lo suficientemente graves. Jamás lo son. "Conteste: ¿está usted en un colegio o en una cancha de fútbol?", repite el preceptor enmascarando enojo. El joven se anima finalmente a hablar. "Bueno..., estoy en una cancha de fútbol dentro de un colegio". El preceptor mira al chico: tenía razón. De vez en cuando la tienen. "Vaya nomás; cuide su vocabulario", lo exonera.
El partido seguiría hasta que sonara el timbre o hasta que los dos equipos aunaran voces en el coral "¡boludo, pelotudo!" que reprueba al que cuelga la pelota. Como siempre: el juego continúa... hasta que repentinamente se interrump.
miércoles, 1 de junio de 2005
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