Qué dificil tu tarea, hermano: ser guardián de la noche en la que todos se divierten; mantenerse controlado en el reino donde la juerga, la jarana, el jolgorio, la alharaca, la bulla y la chacota se pelean por el trono.
Qué dificil tu tarea, hermano. Te la regalo. Y todo sin mencionar las horas de estudio en el gimnasio, los sacrificios en la dieta, la renovación de tu vestuario...
Te aprecio, hermano. Pavada de abogado podrías haber sido, si sin haberte entrenado y casi sin habértelo propuesto te parás así, ante la ley, alejando cucarachas, con tremenda presencia e hidalguía.
Es una lástima que tu trabajo no sea bien apreciado; rezo a tu santo -San Pedro, que, como vos, custodia una puerta- para que tu situación cambie. Vos, sin embargo, no cambies nunca. Soy yo el que tiene que cambiar. Porque si yo no puedo pasar es por mi culpa.
No, dejá, hermano. Que ninguna lágrima recorra tu calavera de eslabón perdido. Vos valés mucho.
Así que si no puedo entrar, si no me dejás pasar, doy media vuelta y me voy. Sin problemas. Te deseo lo mejor, hermano patovicoa. Te deseo lo mejor y que te vayas a la muy recalcada concha de tu hermana, cagón de mierda, hijo bobo de King Kong y de una prostituta sifilítica.
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