Estaba esperando el colectivo para ir a trabajar. La rutina ya había amanecido y comenzaba su curva descendente: era cerca del mediodía y la avenida rezongaba su imponencia. De repente, lo imprevisto, la aventura, lo inesperado: no tenía monedas para la máquina expendedora de boletos, me di cuenta. Sin embargo, lo imprevisto, la buena fortuna, lo inesperado: una mesita del partido de Mauricio Macri acompañada de su coqueta sombrilla se postraba ahí nomás de la parada.
- Hola, ¿me das dos monedas de un peso, por favor?- le pedí al impresentable militante ofreciendo mi efigie de Bartolomé Mitre.
- No, no tengo, salí de acá.
- ¿Cómo que no tenés? No son ustedes de "Compromiso para el Cambio"? Bueno, quiero cambio: dame dos monedas de un peso, por favor.
- No, no tengo, salí de acá.
- ¡No te digo! La política me da asco- fingí enojo y caminé los pasos que me separaban del kiosco. Compré un paquete de chicles y volví a esperar el colectivo. De repente, lo imprevisto, lo inaudito, lo inesperado: la felicidad en la rutina.
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