A raíz de la fuerte polémica (?) que se generó en las redes sociales por el comentario de Juan Grabois sobre la ex rectora del ILSE (ver enlace), me pareció oportuno desempolvar del archivo un texto escrito en diciembre de 2009. ¿Habrá más material al respecto?
En la ciudad de Buenos Aires existen dos escuelas medias de la UBA –el
Colegio Nacional de Buenos Aires y la Escuela Superior de Comercio Carlos
Pellegrini- y una escuela medio de la UBA: el Instituto Libre de Segunda
Enseñanza.
El
hecho de ser una institución arancelada que funciona dentro del marco de la
Universidad de Buenos Aires no es el único elemento contradictorio que
caracteriza a este centenaria escuela.
Consideremos,
por caso, su ubicación. El ILSE ocupa el solar de la calle Libertad 555.
Esto constituye un fragoroso oxímoron que, para ser subsanado, requeriría o
bien un cambio en el nombre de la calle –para que el ILSE encuentre su
dirección en Opresión 555- o bien el traslado del ILSE por una cuadra,
hacia el lado de la avenida Córdoba, de forma tal que se emplace en la
simbólicamente más conveniente altura de Libertad 666. Desde luego,
ninguna de estas medidas sería del agrado de los vendedores de joyas y estéreos
robados ni de los habitués del Teatro Colón, respectivamente.
El
implacable Secretario del ILSE, empero, niega su pertenencia a las hordas de
Mefistófeles y justifica el olor a azufre que se percibe en aquellas catacumbas
argumentando que se trata de un perfume destinado a alejar el aroma proveniente
de las cloacas. En efecto, cuando uno llega a las oficinas administrativas del
ILSE encuentra dificultad en discernir dónde finaliza el campo de acción de la
burocracia y dónde comienza el de los intestinos. La calidad del trabajo que en
ambas esferas se realiza, de todas formas, no suele diferir casi en ningún
caso.
Señalemos
como ejemplo el caso de Atilio Benavídez, desafortunado empleado de maestranza
que fue desterrado del ILSE tras recibir el encargo de grabar el nombre de la
Rectora en la placa de metal que está frente a la puerta de su oficina. El
desgraciado sujeto calculó mal el tamaño de la tipografía, de manera tal que
sólo alcanzó el espacio para escribir una interrumpida pero elocuente etiqueta:
Rectora Licenciada Vil.
Una
muestra de la flexibilidad con la que –precisamente- se maneja la Licenciada lo constituye el
hecho de que, a raíz de este accidente, no pudo utilizar durante un tiempo su
mano diestra, razón por la cual debió aprender a firmar cartas, resoluciones y
documentos con su mano izquierda. Los incautos y desagradecidos aprovecharon la
ocasión para asignarle irónicos motes tales como “la zurdita” o “la siniestra”.
En
una ocasión, Patricia Petrovich -entonces secretaria de la Licenciada- insinuó
que la gran cantidad de maquillaje que su empleadora utiliza contribuye a que
viva en un mundo de apariencias, en un gran como si. La Rectora, que
tuvo oportunidad de escuchar este malintencionado comentario accidentalmente
–mediante micrófonos ocultos colocados en la sala de profesores-, señaló con
altura una contradicción: “nada que ver; la gran cantidad de maquillaje que uso
no me lleva al teatro y a la ficción sino que me acerca a L’Oréal”.
Más
allá de las chicanas propias de ámbitos como la peluquería o la ferretería, lo
cierto es que, desde el punto de vista didáctico, la Rectora introdujo cambios
más que significativos en el ILSE. Ávida lectora de Paulo Freire, la Licenciada
llevó sus preceptos al extremo, transformando su liberadora “pedagogía del
oprimido” en una mucho más radical
“pedagogía de la opresión”. Notable académica, la Rectora ha sabido reunir los
conceptos más importantes de autores como Jean Piaget, Lev Vigotski, y Carl
Rogers para, una vez al frente de una institución de excelencia como el ILSE,
poder sí evitar llevarlos a la práctica y reemplazarlos por los lineamientos de
Burrhus Skinner, Adam Smith y Pierre Nodoyuna.
Para
finalizar, mencionemos una última cuestión. Todavía hoy muchos se preguntan si
el ILSE es un colegio privado. La respuesta es relativa: si con “privado” nos
referimos a “institución que maneja su presupuesto de manera autónoma,
proviniendo éste de aportes, aranceles y/o subsidios”, la respuesta es sí;
ahora bien, si con “privado” nos referimos a “privado de libertad, buen juicio,
racionalidad y respeto por la dignidad humana” la respuesta es, en cambio, también.
En conclusión: colegio centenario, cuna de ilustres, el ILSE se erige hoy como una institución coherente con cada uno de sus aspectos (prácticamente). Estamos hoy en día, en efecto, según parece, frente a un Instituto de Enseñanza cada vez menos Libre y cada vez más de Segunda.